lunes, 24 de noviembre de 2014

ACTO VI


ESCENA 1


En casa de don Juan con Centellas, Avellaneda y Ciutti, después de haberle

contado lo anterior.

Juan. Tal es mi historia, señores. Y el emperador al oírla, dijo: "Hombre de

tanto brío merece el amparo mío; vuelva a España cuando quiera". Y heme
aquí en Sevilla para disfrutar de vuestra agradable presencia.

Centellas. Es honra inmensa.


Juan. ¡Ciutti! Pon vino al Comendador.

Avellaneda. Don Juan, dejad esa locura.

Juan. Si él no puede venir, no penséis no le honré. Si el Comendador es
difunto tan tenaz como vivo...

Centellas. Brindemos a su memoria, y más en él no pensemos.

Juan. Yo no creo que haya más gloria que esta mortal. Mas por complaceros,
¡vaya! Que Dios te dé la gloria, Comendador. (Se oye un aldabonazo.) Mas
¿llamaron?

Ciutti. Sí, señor. A nadie se ve. ¿Quién va? Nadie responde.

Centellas. Algún chusco.

Juan. Pues cierra y sirve licor. (Llaman.) Vuelve a mirar.

Ciutti. (Con el rostro desencajado)¡Pardiez! A nadie veo, señor. (Haciendo como si nada hubiera visto).

Juan. Ciutti, ¿te pasa algo? Pareces nervioso.

Ciutti. No, no es nada señor

Juan.  Ciutti, si vuelve a llamar, suéltale un pistoletazo.(Llaman más cerca.)
¿Otra vez?

Ciutti. (Más pálida y nerviosa que antes) ¡Cielos! Que ha sonado en la escalera, no en la puerta de la casa.

Juan. ¿Pensáis que sea el muerto?

Ciutti hace como si no lo hubiera oído y no responde. Llaman más cerca.

Avellaneda. ¿Oísteis?


Ciutti. Por San Ginés, ¡que eso ha sido en la antesala!

Juan. ¡Ah! Ya lo entiendo; vosotros mismos me habéis dispuesto esta
comedia.

Centellas. Señor don Juan, aquí hay escondido algún misterio.

Vuelven a llamar más cerca todavía.Una sombra recorre la sala, sale al pasillo y llega hasta la cocina, donde se esconde. Ninguno de los presentes se da cuenta.

Ciutti. Y ya en el salón ha sido.


Juan. ¿Y qué haces tú ahí? ¡Listo! Trae otro manjar. (Vase Ciutti corriendo cuando se escucha un gran estruendo de cacharros y golpes.) ¿Ciutti?

Ciutti vuelve con el rostro ensangrentado, unos enormes colmillos y acompañada de dos más con sus mismas características. La sala se llena de una espesa niebla que no deja ver. Los acompañantes de Ciutti se abalanzan sobre Don Juan y descubre en sus rostros, la cara del Comendador y Don Luis.


Juan. ¡No por favor!


El Comendador y Don Luis abren los cuellos a Juan, y le clavan los colmillos. Don Juan comienza a convulsionar hasta desmayar. La niebla desaparece a la vez que los repentinos visitantes.

Avellaneda. Yo desfallezco.


Centellas. Yo expiro.

Caen desvanecidos.

1 comentario:

  1. El trabajo es correcto, Cristina, pero demasiado fiel al original, se ajusta demasiado al texto de partida, al de Zorrilla. No obstante, lo doy por bueno y te propongo para la reducción de ortografía gracias a la carta al director y a este trabajo de composición. Pero en otra ocasión no te limites a añadir solo cuatro pinceladas copiando el resto.

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